Ahora que este libro está impreso y a punto de ser difundido, la realidad de sus limitaciones, tanto por el estilo como por el contenido, pesa sobre mi conciencia. Por lo que se refiera al contenido sólo puedo decir que no pretende ser una narración exhaustiva de todo lo que hicimos y de todo lo que vimos.
Hay muchas cosas relacionadas con nuestro viaje a Kukuanalandia que me habría gustado narrar con todo detalle y a las que, sin embargo, no hago más que aludir. Pienso, por ejemplo, en las curiosas leyendas sobre la armaduras que nos salvaron la vida en la gran batalla de Loo, y las tradiciones sobre las estatuas de los silenciosos, colosos que presiden la entrada a la cueva delas estalactitas. También de haber seguido mis inclinaciones me habría gustado ahondar en las diferencias, para mí muy interesantes, entre los dialectos zulú y kukuana.
