Hay personajes que parecen haberse inventado solos; o tal vez sería mejor pensar que existen por sí mismos y se inmiscuyen en la imaginación de algún escritor descuidado. Así es Don Juan Tenorio, un fantasma pícaro y vanidoso que se cree seductor de mujeres y en ello finca su orgullo y su trascendencia. Don Juan Tenorio se convirtió con el tiempo en algo más que una obra de teatro, pues se integró a la tradición del Día de Muertos y lleva más de un siglo representándose cada noviembre en muchas ciudades del país, a pesar de que el tema de la muerte y lo sobre-natural es solamente un incidente que justifica una propuesta moralizante. En la época en que se ubica esta obra, no podía dejarse sin castigo la conducta licenciosa de un burlador de mujeres, pues esto era lo que más bien ofendía a los clérigos escabrosamente intolerantes y no tanto a las mujeres mismas, pues el hecho de ser burladas de vez en cuando no le cae mal a ninguna dama, y resulta muy emocionante cuando el varón es un artista de la seducción y ellas pueden hacer a un lado la morbidez de la culpa o el pecado, presentándose como víctimas de su propio candor y de la terrible retórica insidiosa del terrible Don Juan.