Cicerón afirmaba que los sabios habían aprendido a hablar ante los demás pero no consigo mismos. El propio Rabelais, un milenio y medio después. En su clásico Gargantúa sentenciaba que los más grandes sabios no eran necesariamente los más prudentes. Los intelectuales, tal como ahora los conocemos, no habían nacido entonces a la vida pública. Si bien ya merodeaban bajo otras denominaciones, los intelectuales prácticamente hacen su aparición durante el affaire Dreyfus, en Francia, antes de finales del siglo XIX. Desde entonces, los intelectuales no han dejado de tratar de influir, las más de las veces desde adentro del poder, en el sistema político. Este es un breve repaso de las actuaciones de estas lúcidas, personalidades, y la búsqueda de su origen, y su exhibición última que no es sino su propio acomodamiento, ya simulado, ya descarado, en los resquicios de la vida pública. Aquí están los nombres y sus acciones, sus intenciones y sus logros, su verbo y sus simulacros . Pero no sólo eso . También está una mirada hacia la codicia, que va de la mano con las aspiraciones intelectuales: el dinero y el poder son dos franquicias indisolubles, ligada una a la otra, tal vez hoy imposiblemente independientes.