Don Agapito se jubiló y a partir de ese día descubrió que no tenía nada que hacer. Como no se había casado, no tenía nietos que cuidar ni hijos a quienes hacerles mandados. No tenía un gato que llevar al veterinario ni un perro que sacar a dejar su caca en la vía pública. Y como no bebía ni jugaba al dominó, tampoco podía pasar horas en el bar de la esquina.