Ned lo tenía todo resuelto: un robo fácil, una atractiva mujer dispuesta a seducirlo.
Pero era demasiado bonito para ser verdad: en apenas unas horas, tanto la chica como sus cómplices no son más que cadáveres encharcados en sangre, y Ned huye desesperado con la policía y los federales tras su pista. Acusado de varios asesinatos y de un robo que no ha llegado a cometer, Ned no tarda en descubrir que no puede fiarse de nadie, y demostrar su inocencia va a resultar tan difícil como seguir vivo.