La historia de los primeros filósofos enseña que no se trata de una ciencia productiva, de un hacer. Pues fue el asombro el que empujo a los hombres a filosofar, tanto en el principio como ahora. Al principio los asombraron las dificultades más apurentes. Después avanzando poco a poco, trataron de resolver los problemas más importantes, como los movimientos de la luna, del sol y de las estrellas, y por último la génesis del universo. Ver una dificultad y asombrarse es reconocer la propia ignorancia, por ello amar la sabiduría, porque el mito está compuesto de coasas asombrosas. Así pues, si los hombres filosofaron para huir de la ignorancia, es claro que perseguían la ciencia para saber y no con un fin utiliario.
(Aristóteles, Metafísica. I, 1-2).