Eva Agulló se ha hecho famosa con un libro sobre adicciones. La propia Eva es, en realidad, una adicta. Adicta al alcohol, a la angustia, a la valoración de los otros. En una carta-diario escrita a su hija recién nacida mientras su madre agoniza en el hospital, Eva intenta explicar de qué familia viene para poder imaginar hacia qué familia se dirige. A caballo entre el pasado, el presente y el futuro, entre Nueva York, Madrid y Alicante, reconstruye la historia nunca contada de la familia Agulló Benayas: los secretos a voces, las herencias, materiales o no, que los padres legan a sus hijos, y cómo para algunos lleva toda una vida aprender a vivirla. Para acabar concluyendo que la vida es, en sí misma, un milagro. Un milagro en equilibrio. Una historia que conmoverá a los hijos y pondrá a prueba a los padres. En el fondo, todos tenemos una razón íntima, determinada, para hacer las cosas, y esa razón que nos anima acaba siendo más poderosa que el azar o su república. Porque siempre hay que volver a eso, a esa infancia que la mayor parte del tiempo nos llena inadvertidamente el alma y que, sin embargo, tiene más importancia para nuestra felicidad que los días adultos, pues ésos los vivimos siempre a través de ella, y es la infancia la que asigna su pasajera grandeza a cada minuto que disfrutamos. Por eso, yo era incapaz de apreciar algo por mi cuenta, por lo que necesitaba siempre de un refuerzo externo para valorar mis cualidades o las de los demás.