Según Elena Poniatowska, Rosario Castellanos "es el ejemplo más sólido de vocación literaria que se ha dado entre nosotros". Su voz es el punto de partida de la literatura femenina que hoy existe en México. Narrando su propia infancia con los ojos del presente, Castellanos escribe: "No soy esa figura lamentable que vaga por los corredores desiertos y que no va a la escuela ni a paseos ni a ninguna parte. No. Soy casi una persona. Tengo derecho a existir, a comparecer ante los otros..." Así, Mujer que sabe latín... (1973) es, dentro de la obra de la autora, un punto de llegada: una recapitulación y una visita a las escritoras que han hecho uso de su derecho a comparecer ante los otros: Virginia Woolf, Penélope Gilliat, santa Teresa, sor Juana, Susan Sontag y Violette Leduc, entre otras. Con los ojos de la ironía y con la pluma del ensayo, Rosario Castellanos rompe con una frase que ella misma escribió en 1950: "El mundo que para mí está cerrado tiene un nombre: se llama cultura. Sus habitantes son todos ellos del sexo masculino".