Si regalaran un diamante por cada disgusto que da la vida, sería multimillonaria, pensó Victoria cuando encontró a su novio engañándola con su mejor amiga el día antes de su boda. Y tenía razón, porque a pesar de sus lentes Prada, de sus bolsas Chanel, de sus zapatos Gucci y de todos los Carolina Herrera del mundo que cuelgan en su clóset, Victoria sólo es una mujer amargada que vive en la mejor zona de Madrid.