La muerte dentro de una acepción amplia es una molesta probabilidad que, según todos los indicios, golpea repentinamente la vida de la gente. Su presencia real o no, es indiscutible, una sombra gélida que amenaza nuestro trémulo horizonte, dice Xavier Villaurrutia. Una cierta sensación de fragilidad, un fantasma que entra y sale de nuestro campo perceptivo, furtivo, agazapado en los sueños, un hálito nocturno de ausencia, según el escritor michoacano José Rubén Romero en su libro Anticipación a la muerte (p.56). Con todo, la muerte no sólo abarca la desaparición física de la persona, es también la supresión definitiva de vínculos y relaciones afectivas que familiares, amigos, padres, hijos y pareja sentimental mantenían con el desaparecido.