Desocupado lector, sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse... Así comienza Cervantes el prólogo de su monumental obra: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, que se considera una de las novelas más importantes de la literatura hispánica de todos los tiempos, y no sólo por su estructura, su rica imaginación y su profundidad filosófica, sino porque en ella se recrea un ideal presente en la cultura latina, algo que define y simboliza la condición primigenia del espíritu hispánico. El ideal al que nos remitimos es el mismo de nuestro personaje, don Quijote de la Mancha, y es algo así como un anhelo de locura, una profunda y desconcertante necesidad de trascender la lógica de la normalidad y permitir que en algún momento la imaginación desborde el recipiente de la razón y nos libere de la triste y vulgar cordura, que hace de nuestra vida algo intolerantemente plano, rígido, monótono, insufrible. Es por ello que don Quijote es un ser heroico y paradigmático, lo que puesto en buen castellano significa que es el molde y la medida de la libertad creadora, de aquello que hace a la vida digna de ser vivida.