La fe es capaz de mover montañas, lograr cosas imposibles, sanar la mente, el cuerpo y el espíritu, a través del inmenso poder de la oración. Desde principios de nuestra era, la veneración a nuestro señor Jesucristo ha sido el consuelo de los afligidos, la esperanza de los desesperados, la luz en el oscuro camino desde los infortunios, y un bálsamo divino para todos los problemas que la vida nos plantea...