El profesor Challenger, un paleontólogo extravagante y temperamental, guía una expedición hacia el corazón de la selva amazónica,
donde busca pruebas de que todavía existen animales prehistóricos en el planeta. Pronto ven en el cielo lo que parece un pterodáctilo... Pero no está solo.
Poco más tarde llegó hasta nosotros el sonido de una respiración sibilante y pesada. Lord John ordenó que nadie disparara, para no atraer a otras fieras. Tomó un manojo de ramas, lo encendió en la hoguera y corrió hacia el cerco. Arrojó con fuerza la antorcha y por un momento vimos una máscara, como de un gigantesco sapo, con las fauces chorreantes de sangre. Inmediatamente se escuchó un ruido de arbustos pisoteados en una precipitada fuga. Lord John recogió la antorcha y volvió con expresión triunfante.
Parte del día siguiente lo pasamos en el lugar. Summerlee y yo nos sentíamos intoxicados, seguramente por el mordisco de los pterodáctilos. Escribí mi crónica y se la hicimos llegar a Zambo a través de la cuerda, junto con un pedido de auxilio. En la llanura de los iguanodontes, a la que volvimos a acercarnos, descubrimos los restos destrozados y dispersos de uno de ellos.