La mayor parte de la obra de Kafka se publicó gracias a que su amigo Max Brod desoyó su voluntad testamentaria de quemar sus manuscritos, y tras de darles algún orden, los entregó a la imprenta. Cuando los lectores se enfrentaron a la obra del checo, padecieron estupor, desconcierto: tenían ante ellos un universo de pesadilla que jamás habían siquiera sospechado; las historia contadas por el escritor transcurrían entre lo onírico, lo absurdo y lo delirante, a tal grado que hoy en día se admite el objetivo kafkiano que definir situaciones emparentadas con ese mundo fantástico. En esta selección se incluyen cuentos que Franz Kafka escribió en distintas épocas de su vida y casi todos permanecieron inéditos mientras vivió su autor. Una propuesta de lectura de la obra de Kafka iría en este sentido: hay que llegar a ella sin prejuicios, zambullirse en ese mundo con toda la inocencia de que es capaz, aceptar que se trata de un universo singular, distinto, con sus propias reglas; un ámbito paralelo donde lo más ilógico tiene lógica, donde lo onírico se imbrica con lo real, lo fantástico con lo cotidiano, y todo marcha dentro de un orden claro y preciso.