Un hombre cuenta su vida. Se ha casado y tiene una hija. Maneja un taxi en Mazatlán. A veces roza los bordes de lo ilegal, pero procura no hacerlo. Ha visto el fuego y sabe que quema. Hasta que un mal día le toca encontrarse con su destino cruel y sin querer acaba en el mundo sin salida de los narcotraficantes. Lejos de los estereotipos, A wevo, padrino permanece tenazmente en el interior de ese mundo. Al fin, podemos leer una novela que sabe intimidad de esos hombres y mujeres broncos, donde además de cuerpos en acción hay mentes; hay temore, resignación, deseos complejos. Pero el mérito de Mario González Suárez no se limita a la profundidad de sus personajes sini al gozo que causa el oír esta historia. Oír porque, aunque esté impresa, escapa de la página y se convierte no solo en un vocabulario sabrosísimo, sino en una verdad. El ritmo de estas páginas, su capacidad para captary reinventar maneras de hablar son ya en sí motivo más que suficiente para celebrar esta novela. Un libro con aventura, tramando con un rigor kafkiano y venturosamente contado es un libro que nos obliga a recorrerlo de una sola sentada, y al terminarlo nos sigue habitando largamente. Porque aquí en lugar de caricaturas sangrientas aparece la pregunta por lo inhumano: ese abismo que sólo proviene de lo humano.