Nietzsche sostenía que las creencias en Dios, la Moral y la Metafísica se han revelado inconsistentes; que su origen no se encuentra sino en el hombre, en el hombre débil y sufriente que no puede superar por sí mismo su dolor y busca consuelo en el más allá. Por eso habla de la muerte de Dios y propone en nuevo tipo de hombre el súperhombre. Paralelamente advierte sobre el peligro de que nuestro tiempo dé a luz al más bajo de los hombres, al ultimo hombre, que no vive ya la grandeza alienada del hombre clásico pero tampoco llega a la propia del súperhombre. El último hombre es aquel que se conforma con lo superficial, que no se conmueve ni por la muerte de Dios. A este tipo de hombre Nietzsche lo considera despreciable. En cambio, en varios pasajes muestra admiración por lo santos y los miembros del alto clero de la Iglesia Católica, no por su fe sino por su autoexigencia. Nietzsche fue, indudablemente, una persona de espíritu aristocrática.