En el prolongado proceso de la formación de la ciencia política, en la fundación e integración del estudio de la sociología; en la observación de la influencia geográfica sobre el hombre, precursor de la moderna geopolítica; en la formación de la doctrina del liberalismo; en el catálogo de intérpretes de la filosofía jurídica y de la historia; y en otros campos, no por menos vastos, de es-caso interés, ocupa un lugar prominente un hombre cuya influencia ha sido determinante en decisivas situaciones de algunos pueblos, desde luego el suyo propio, Francia, y lamentado por muchos que no haya influido en otros capítulos cruciales de la historia, en los que su orientación moderadora hubiera sido de gran utilidad. Este personaje es uno de los miembros más ilustres de la metamorfosis filosófica y política del siglo XVIII, conocida como la Ilustración, y llamada por otros el Iluminismo. El lector comprende fácilmente, y el preocupado por las cuestiones políticas lo sabe de antemano, que se trata de Carlos Luis de Secondat, barón de la Bréde y de Montesquieu, autor de diversas investigaciones, pero cuya obra magna se tornó clásica antes de cumplirse un decenio de haberse publicado: Del espíritu de las leyes.